sábado, 17 de septiembre de 2011

Pedals de Occitania: Etapas 2 y 3. Empieza lo bueno

De Luchon a Saint Bertrand de Comminges: la etapa reina

En el mundo de las encuestas, tenemos una frase que dice: las medias no representan nada. Las utilizamos constantemente, pero en según que casos no acaban de mostrarte la realidad. De que te vale saber que la media de salario en España es 3000 euros / mes (por ejemplo) cuando la gran mayoría de los asalariados lo que cobra esta entre 600 y 1.500…pues esto, aplicado a la bicicleta y a los desniveles medios de los puertos lo vivimos en esta segunda etapa de la Pedals de Occitania de forma muy didáctica.

El 2º día tocaba la etapa “reina”: más de 1.800 metros de desnivel en poco más de 60 km, la gran mayoría de ellos acumulados en una interminable subida de 25 km hasta el Lago de las Paloumeres a unos 1.800 metros de altura real. Sin embargo, aunque larga, sobre el papel no parecía una subida especialmente complicada, más bien tendida y excepto en sus últimos kilómetros, ya por pista, no especialmente empinada. Veríamos como al final complicaciones había unas cuantas. Iba un poco sobre aviso, ya que un compañero de un foro de fotografía (gracias grotescos!) que había realizado la ruta en Agosto, me comentó que los primeros kilómetros de este día se hacían interminables.


Tras despertarnos a las 7:45 y remolonear un poco, desayunamos a la francesa, es decir, nos ponemos de croissants hasta arriba. Bueno, de croissants, baguettes con mermelada y miel, yogures etc. Vamos, que desayunamos con ganas. Ordenamos nuestros equipajes preparamos las bicis y nos ponemos en marcha sin mayor novedad. Los primeros 2 km se recorren por Luchon, hasta que nada más salir del pueblo, tomamos ya un camino a la izquierda.

Y al poco después, entramos en lo que será la tónica de todos estos primeros kilómetros hasta Saint Aventin: Un constante sube y baja por un sendero estrecho, técnico, con un magnífico cortado a su derecha, raíces, piedras y hasta una escalera artificial rural. Vamos que avanzamos como caracoles, porque aunque el perfil y el porcentaje medio no es que sea elevado, es que estas todo el rato subiendo y bajando miniparedes. Claro, que esto tampoco se ve en el mapa, porque como no llegan a atravesar curvas de nivel, parece que vas poco más que llaneando…vamos, ni de casualidad.
De esta forma vamos avanzando a un ritmo muy cansino, hasta que en los alrededores Saint Aventin hacemos una pequeña bajada por pista para acto seguido subir por un auténtico muro a este pueblo. Por cierto que por aquí pasa el puerto de Peyresourde antes de afrontar sus kilómetros finales de ascensión. Paramos a repostar agua y comentamos lo duros que han sido los primeros kilómetros y como “engañan” a primera vista. Tampoco paramos mucho, ya que nuestra idea es llegar más o menos del tirón a Bourg d’Oueil, a la mitad de la ascensión de marras. Así que pronto nos ponemos en marcha y alcanzamos la parte de arriba del pueblo.

Aquí nos liamos un poco con el roadbook, aunque gracias a un amable francés, volvemos rápidamente al camino adecuado. Además nos informa de que un grupo de ciclistas habían pasado por allí hacía unos 20 minutos. Tenía toda la pinta de que el grupo de los catalanes estaban algo delante de nosotros.

Tras Saint Aventin el terreno se suaviza un poco, en el sentido de que los repechones son algo más tendidos y en general no bajamos, por lo que poco a poco y sin descanso vamos tomando altura. Aún así, el terreno se engancha, porque es sendero, pradera, algunas zonas blandas de barro…y no se puede perder la concentración. En un momento en que estoy pensando en otra cosa, se me mete la bici en una rodera. No me caigo, pero la bici si. Y tiene la mala suerte de que golpea y harpa mi precioso botellero de carbono. Menos mal que me doy cuenta de esto y meto mi bidón en el camelback, porque quedarme sin agua por este terreno no me hacía precisamente gracia.
Parada técnica en Bourg d'Oueil

Habitante pirenaica

Poco a poco vamos avanzando hacia Bourg d’Oueil, siguiente punto de control. Por la zona, empezamos a escuchar voces, que no suenan a francés. Más bien suenan a catalán y de hecho, allí estaba el grupo de los 6 catalanes, 5 chicos y una chica, que habíamos visto en Luchon y que habían perdido un poco la orientación. Así que a partir de aquí seguimos juntos, hasta alcanzar Bourg d’Oueil, donde paramos a sellar, nos comemos unas barritas y unas coca colas tamaño industrial.

En dirección a las Paloumeres

Comentamos con este grupo como ha ido la ruta y lo duros (aunque divertidos y desde luego bonitos) que han sido los primeros kilómetros. Después de media hora aproximadamente, ellos siguen el camino mientras que yo hago una ñapa con una brida para poder reutilizar mi maltrecho botellero de carbono.

Lalilo lailoleilo, lalilo lilo laaaaaa (Manolo y Benito versión MTB)

La subida hacia el lago de las Paloumeres comienza por carretera (la que sube al Port de Bales), bastante mantenida y tendida. Tras 1,5 km salimos por una pista a la derecha, donde empieza la parte final del ascenso. La pista no es mala del todo, aunque no le faltan piedras y roderas y es de una dureza mantenida. Todo el rato se mantiene entre el 8% y el 12% de desnivel, sin descansos durante cerca de 5 Km hasta llegar al lago. Por el camino nos encontramos con el grupo de catalanes, que habían parado a hacer fotos. Ya no nos separaremos en todo el día y pasaremos muy buenos ratos.

En toda esta zona, las vistas son espectaculares. No hay árboles y nuestra visión alcanza todo el valle de Oueil por el que hemos ascendido desde Luchon. Sin prisa pero sin pausa alcanzamos el lago, que la verdad, es cualquier cosa menos bonito y afrontamos un tramo de cresteo, que además de algunas rampas bastante sabrosas, lo que nos regala son unas vistas espectaculares tanto del valle por el que hemos ascendido como por el que íbamos a descender. También aprovecho para hacer unas fotillos a las habitantes de la zona.

Subida interminable...

 
 Y nuestras monturas descansando
Las habitantes de las cumbres pirenaicas
Que no veas los paisajes de los que disfrutan...

En un momento dado, se llega a un punto donde se ve que la pista tiende a descender y aquí paramos a comer algo. La subida había sido dura y aún queda bastante por rodar. Estamos ya con el grupo de los 6 catalanes: Tabita, una chica que andaba una barbaridad, Rubén otro máquina cuando se empinaba la carretera, Jan, Albert y otro de cuyo nombre no puedo acordarme, endureros donde los haya y para terminar Rafa, quizás el más tranquilo del grupo en todos los aspectos, pero que no quería decir que no le diera muy bien a la bici. Tras un descanso, comentar la subida y los tremendos paisajes que nos encontramos, empezamos el descenso.

Vistas desde la cumbre
Daba pena moverse de allí

Al principio es por una pista en diversos estados de conservación. La bajada es rápida y todos vamos literalmente como tiros. Después de 3 km llegamos a la cabaña de Hourdouch y aquí empieza la fiesta. Comenzamos con un sendero estrechito que luego se va ensanchando, con una pendiente endiablada. De esos en los que directamente frenas a tope con la rueda de atrás y con la de delante intentas controlar la velocidad. Yo, que andaba buscando la entrada del sendero (un tanto escondido), sufro mi primer percance estúpido de la ruta. Cuando veo la pendiente que tiene y que voy por una rodera mala, paro. El caso, es que pese a parar, pierdo el equilibrio, doy una voltereta mortal de espaldas con la bici pegada a las calas dando con mi espalda en un arbusto. La escena había sido para grabarla, porque debió ser un rato cómica. Pero por suerte no me pasa nada y puedo bajar toda esta zona sin problemas.

La bajada comienza por esta pista
Hasta llegar aquí, donde empiezan los senderos

Después de este primer tramo tan empinado, el sendero / camino va cambiando: a ratos terreno blando y barro, a ratos piedras, a ratos raíces. En cualquier caso muy divertido y que tiene el punto justo de ser ciclable pero exigente a la vez. Aquí vemos como Jan, Albert y el otro chico bajan como auténticos tiros, así que mejor dejarles a su aire. Cada poco vamos reagrupando. Toda esta zona es puro MTB y otro ejemplo de los excelentes senderos que se disfrutan en la pedals de Occitania. Eso si, tenemos suerte de que el tiempo es sencillamente excelente, porque con lluvia o tiempo más húmedo, la zona debía ser mucho menos transitable.

Finalmente llegamos a una pista que será la que nos lleve a la parte baja del descenso y al valle de Barousse, el valle con más ciervos de Europa pero de los que no vemos ninguno. La zona es el puro rural francés y la verdad, que todo este tramo me encanta, vamos atravesando pueblecitos, a cual más pintoresco, por caminos vecinales de poca dificultad. Una cosa que veremos por aquí, es que todo el mundo te saludo y que en general nos tratan con una amabilidad exquisita.

Menos mal que encontramos este hotel restaurante para comer a un bocata

Cuando nos damos cuenta, vemos que tenemos bastante hambre y que hay que comer: problema en la Francia rural, a las 4:30 PM ni dios tiene abiertas las cocinas, esto no es una ciudad donde puedas encontrar una brasserie abierta todo el día. Pese a nuestra cara de pena, nuestro aspecto famélico y que nos da igual lo que nos den, no hay forma de que nos atiendan, hasta que llegamos al hotel des Pyrenees en Mauleon Barousee, regentado por un gallego que nos hace unos magníficos bocatas de Fromage con Jambon que nos saben a gloria.

Después de disfrutar de la comida y descubrir que hemos creado el esperanto ibérico como idioma de todo el grupo, mezcla de catalán y castellano, nos ponemos de nuevo en marcha. Ahora el terreno se empina algo más, por un precioso sendero rompepiernas. Madre mía, que empacho de senderos que llevamos hoy, a cada cual más bonito y este desde luego, especialmente en el descenso final que nos lleva al lado del Castillo de Comminges y que parece un auténtico bosque encantado.

Un bosquecito encantado...

Tras esto, nos dirigimos al Col de Mortis. Pese a su poco halagüeño nombre, en realidad es una subida de 4 Km al 6% de desnivel por asfalto, muy mantenido y que es ideal para recuperar. Tras mi experiencia en León, sabía que en estas rutas de varios días, cuando se pueda guardar fuerzas, hay que guardarlas, así que me pongo en plan bajo consumo porque en la subida es fácil enzarzarse y hacer más gasto del que se debe. Así que subo tranquilito, junto con Jan, que después de sufrir un poco en la subida larga del día, ha recuperado muy bien fuerzas. Aprovecho para hacer fotos, porque las vistas al valle son preciosas.

Llegamos a la cima del col, esperamos a reagruparnos y sabiendo ya que no queda ninguna dificultad hasta nuestra meta del día, Saint Bertrand de Comminges nos lanzamos a bajar, primero por pista y a los pocos kilómetros, de nuevo por senderos rompepiernas y ya van unos cuantos durante el día. Realmente impresionante. La zona tiene algo más de barro, aunque no demasiado (de nuevo pensamos como tiene que ser esto en un día de lluvia) y toda la zona nos encanta. En general, por todos los senderos  que hemos realizado a lo largo del día, vamos siguiendo rutas marcadas VTT, lo que muestra las magníficas posibilidades de la zona para la bici.

Vistas desde la subida del Col de Mortis

Finalmente llegamos a Saint Bertrand y aquí nos liamos en como subir a la catedral, donde tenemos nuestro hotel y punto de control. Y de postre para un día tan suave, nos metemos un rampón de cuidado para llegar a la parte de arriba del pueblo. A posteriori, creo que nos debimos pasar algún desvío que hacia el ascenso algo más suave, ya que al día siguiente, íbamos a bajar justo por aquí.

Saint Bertrand es un pueblo medieval precioso, perfectamente conservado y con una catedral mezcla románico gótico de lo más curioso y llamativo. Justo al lado de la catedral tenemos el hotel Oppidum, de nuevo regentado por un representante de la diáspora española en Francia. Rolando, como se llama el hombre, es una persona encantadora, tanto como su hotel. Probablemente no tenga muchos lujos, las habitaciones son estilo cueva y casi te das con la cabeza en el techo, pero desde luego es de lo más auténtico y rural que te puedas encontrar.




Finalmente acabamos la etapa, caso 65km y 1900 metros de desnivel, esta vez si que coinciden los datos de la organización. Y además, de puro MTB, casi no pisamos carretera y la cantidad junto con la calidad de los senderos que pasamos, de bajada, de subida, rompepiernas, es realmente impresionante. Y los paisajes fantásticos. Sinceramente creo que las fotos que pongo por aquí solo muestran una pequeña parte de la belleza que se puede disfrutar por allí. Una etapa sencillamente increíble, de las que hay que disfrutar y paladear. Y de las que se quedan mucho tiempo en la cabeza. Además, llego muy bien de fuerzas, cansado, pero para nada agotado o completamente exhausto. Mi hermano tiene algo de peor suerte y se le hincha la rodilla, a la que aplica hielo.

Tras dejar las cosas, ducharnos, cambiarnos, vamos a la plaza del pueblo y nos quedamos por allí un rato todos juntos charlando. El día lo acabamos poniéndonos realmente hasta arriba gracias a Rolando, que nos ceba a base de bien con una especie de hoya aranesa afrancesada, entremeses variados y pato con patatas fritas, más luego el postre. Vamos, que nos pusimos hasta las trancas. Tras la cena un paseíto para bajarla, aprovechando la magnífica temperatura (estamos a poca altura y no baja mucho por la noche), llamada a la novia y rápido a dormir, que hay que recuperar todas las fuerzas posibles para el próxima etapa.


De Saint Bertrand de Comminges a Aspet: La caja de sorpresas

Una sensación típica de estas rutas de varios días es que durante el momento que transcurre entre que suena el despertador y en el que definitivamente saltas de la cama, tu cuerpo tiene unas ganas nulas de pasarse 4-5 horas sobre la bici, penar en cuestas imposibles, comerte una piedra detrás de hora y llevar tu corazón pasado de revoluciones. Es como si de pronto, todo lo malo de la ruta se condensara en esos escasos minutos y te quitase todas las ganas de pedalear. Sin embargo como por arte de magia, es ir al baño y lavarse la cara para que esos malos pensamientos desaparezcan. Justo así me levanté en esa tercera etapa.

Hoy tocaba sobre el papel una etapa un poco de transición. 46km y poco más de 700 metros de desnivel. Sin embargo, el papel decía poco. Tal y como comprobamos el primer día, perfiles, mapa y roadbook no eran la misma cosa. Así que estuve antes de acostarme analizando la cosa y vi que en la original, a partir de la mitad del recorrido, en el mapa se hacía un rodeo por el norte para bajar luego al sur / Sureste hasta Aspet, casi todo por carreteras vecinales y con pocas cuestas. Mientras, siguiendo las indicaciones del roadbook, se atravesaba directamente hacia el este, dirección Aspet y entre medias te comías una buena subida al col de Ares que sobre el mapa parecía corta pero dura. Después, el recorrido era todo por senderos, primero de bajada y luego rompepiernas hasta llegar a Aspet.


En estas zonas, las indicaciones del roadbook cambiaban un poco de formato, siendo más “rectilineas”. Ya veríamos que además de cambiar de formato, cambiarían la precisión, a mucho peor.

Desayunamos, la verdad comparativamente peor que en la cena mastodóntica. De hecho solo hay café y pan con mermelada y mantequilla. Bien, si es así pues a comer mucho pan sea dicho. Al final, Rolando nos saca un poco de embutido, pero básicamente comemos pan tostado.

Nuestros compañeros catalanes habían ido a buscar una frutería dado el tipo de desayuno. Nosotros preparamos las bicis dejamos nuestras cosas y empezamos a rodar algo más tarde que ellos. Finalmente, nada más salir del pueblo nos los encontramos esperándonos al pasar un puente. Así que desde ese momento empezamos la etapa todos juntos.

A diferencia de los dos primeros días, donde prácticamente echamos el desayuno al tener que pasar unas sabrosas rampas en frío nada más comenzar a pedalear, los primeros kilómetros de esta etapa son muy relajados, llanitos y en general por caminos vecinales asfaltados. La zona es campiña total, muy rural y pintoresca y me recuerda mucho a mis días por Alemania (no será la primera vez este día) y sus Radwege. El ritmo es relajado, vamos disfrutando del recorrido y de la excelente climatología, esperando a las subidas de mitad de la jornada.

La catedral de Saint Bertrand desde el llano

Aún así, avanzamos rápidos y vamos pasando pueblitos muy agradables uno detrás de otro Loures Barousse, Barbazan hasta que llegamos al lago de Barbazan donde ya nos metemos por un sendero y tras acabarlo, empezamos a subir dirección a la Les Paloumeres, primer paso del día. Al principio lo hacemos a través de las calles de Barbazan para luego coger un GR a la derecha y comenzar una dura subida por un camino de piedras. La subida es otra marca de la casa, porcentajes mantenidos en torno al 10% con algún repunte. Vamos que se engancha, sobre todo por las piedras. Después de un par de kilómetros así, hay un descansillo y cambia el terreno, si bien no la pendiente: más arcilloso, pero por suerte no demasiado húmedo.

El grupo se mantiene bastante compacto y vamos avanzando bien. Sin embargo, como hemos ido comprobando durante todo el día, las indicaciones no es que sean lo más claras del mundo (aparecen muchos caminos que no están en el roadbook) y los parciales son mucho menos exactos que los dos primeros días) y llega un momento que nos liamos. Primer error del día, en un cruce pensamos que en realidad estamos bastante más adelante, ya que no nos fijamos bien en que no han pasado dos KM. Nos cegamos con la indicación a un refugio y seguimos de frente, cuando en realidad, estábamos en las Paloumeres y deberíamos haber tirado por la izquierda, en una pista en buen estado que rodeaba la montaña por el oeste.

En Rojo el camino que marca el mapa, en verde donde nos lleva el roadbook y en azul el camino que dimos efectvamente, incluyendo la subida a las "antenas"

Al tirar de frente en este tramo, estamos haciendo el recorrido “antiguo” que sigue el mapa y no el roadbook. La zona es cada vez más arcillosa (madre mía como debe estar con lluvia), y el bosque parece una auténtica selva. Otro punto que me recuerda a mis días de Alemania, en este caso a los montes del Taunus, eso si, versión arcilla de la que los niños usan en el colegio para aprender escultura.

Después de un rato de seguir de frente y ver que ninguna indicación del Roadbook se corresponde, paramos y vemos que estamos perdidos. Más o menos encontramos en el mapa donde estamos y decidimos intentar seguir la ruta marcada allí, ya que la del roadbook parece que va por otro lado. A posteriori, veo que íbamos bien pero en algún momento nos pasamos el sendero de bajada a Lourde. Llegamos a una nueva indicación a la cabaña refugio que por la noche veré que es la que nos ha llevado al error y seguimos vagando. Y aquí pasamos al segundo error. Pegarnos una subida de narices a un monte con una antena en la cima, esta totalmente prescindible.

Tras constatar que andamos más perdidos que una almeja en el desierto y además, sin poder ver donde está el valle, a punto de producir una rebelión en el grupo contra los guías del tema (vamos mi hermano y yo que éramos principalmente los que intentábamos interpretar los datos) tiramos de GPS sin mapa. ¿Como va esto? Pues fácil, usando la brújula electrónica: volvemos a bajar la maldita antena, que creo una desmoralización importante en parte de la tropa catalana y viendo que hay una pista que baja dirección Sureste, cogerla y ver si así llegábamos al valle y a la carretera que lo atravesaba, de forma que alcanzáramos a alguno de los pueblos que se indicaban en el roadbook y continuar siguiéndole. Bingo, efectivamente es así y vemos como la pista, nos lleva hacia allí, bajando rápidamente.

Descanso en Mount de Galie

Y para más sorpresa, llegamos justo a Mount de Galie, donde deberíamos haber llegado. ¡Genial! En la iglesia podemos volver al roadbook y continuar sus indicaciones. En poco llegamos a Saint Pe d’Ardet, donde viendo que no podemos comer, nos mandan hasta el Hotel La Palombiere, un par de Kilómetros a contracamino. Allí nos comemos un excelente menú, con unos bistecs con patatas y Mouse de chocolate de postre deliciosos.



Descanso en el restaurante

Claro, que el problema está en volver a coger la bicicleta y subir. Comento al resto de compañeros que ahora toca otra subida corta pero intensa, pese a que no estaba en el perfil. Por suerte, no deciden tirarme al río, ya que solo parezco portador de malas noticias durante todo el día. Así que nos ponemos en marcha, otra vez a Saint Pe d’Ardet y allí pronto a la derecha por un GR para iniciar el ascenso al Col de Ares.


Lourde vista desde la carretera

La subida parece calcada a la anterior, con la salvedad de que quizás los pedrolos del comienzo son incluso más incómodos. Yo llega un pequeño tramo que decido empujar la bici, porque estoy harto de comerme piedras con los riñones. Pero esto dura poco, el resto de la subida se cicla bastante bien y volvemos al terreno más bien arcilloso que nos acompañará ya todo el día. Mi hermano en ese momento pasa un rato malo, no es que le siente bien ponerse a pedalear haciendo la digestión y la subida se le atraganta un tanto. Así que me quedo con él, para que no suba solo, poniendo un ritmo llevadero.

En la cima nos unimos todos y tras unos pocos kilómetros nos metemos hacia la izquierda, por terreno desconocido siguiendo el roadbook. Volvemos De nuevo a los bosques selváticos estilo Vietnam aderezado con una arcilla que se pega absolutamente en todas las partes de la bici. Poco a poco vamos avanzando, hasta llegar a una parte que tiende a bajar más y donde vamos enlazando un sendero detrás de otro, muy divertidos entre los inmensos bosques. El terreno me encanta y me pego todo lo que puedo a los compañeros del lado oscuro, que son los que marcan las bajadas. Una zona preciosa.

En verde el recorrido, entre el Col de Ares e Izaut no estoy 100% seguro. Como podéis ver, nada tiene que ver con el recorrido del mapa, marcado en rojo y morado

El roadbook se va siguiendo como buenamente se puede y en unas cuantas ocasiones tenemos que hacer unos metros para delante y para detrás. Pero bueno, no nos volvemos a perder, aunque desde luego, su precisión en esta parte “adherida” no tiene nada que ver con la de las partes “antiguas”. Toda esta parte de senderos de bajada nos divertimos una barbaridad, hasta llegar a Izaut de l’Hotel, donde vamos cogiendo caminos vecinales dirección norte, siguiendo el camino contrario un recorrido alternativo que se marca en el mapa. Antes de llegar a la carretera que lleva a Le Bois Perche, nos encontramos con un par de paredes cortas pero intensas, a modo de postre de una etapa mucho más dura de lo esperado. Incluso saliendo de la carretera y subiendo a Le Bois Perche, en las afueras de Aspet, hay que meterse una maravillosa rampa final, para que nos acordemos de que aquí no se regala nada.

Así acabaron mis patitas de percherón

Le Bois Perche es como una residencia de vacaciones, a medio camino entre un campamento, apartamentos de los que a veces hay en campings y hostal. Esta muy orientado al deporte, con pistas de juego de mil cosas y además, los ciclistas parecen claramente bienvenidos. De hecho, estaba plagado de bicicletas de carretera de franceses, que como vimos al día siguiente, luego salían hacer excursiones en grupo por la zona. Una buena noticia es que había piscina, por lo que podemos darnos un bañito para recuperarnos del cansancio de los tres días que llevamos ya en las piernas.

Y así acabaron nuestras sufridas monturas

Aquí teníamos otro punto de control así que sellamos, limpiamos nuestras bicis y antes de que nos enteremos, estamos en las frías aguas de la piscina. A mi el agua me gusta entre poco y nada, pero hay que reconocer que el bañito merece la pena para recuperar. Justo aquí sufro mi segundo accidente estúpido de la ruta: cuando estoy saliendo por la escalera de la piscina, me resbalo y me doy una leche tremenda en la espinilla, que adquiere un precioso tono morado. Magnifico, si es que el agua no me gusta por algo.

Cenamos poco antes de las 8 y pese a lo que me habían comentado, esta es excelente. Aunque como tardan un poco en sacarnos las viandas principales, parte de la sección catalana asalta la zona de los postres, donde hay montañas de queso a cada cual mejor. Finalmente nos sacan melón con jamón y unos riquísimos bistecs (a este paso acabamos con todas las terneras de Francia) que realmente desaparecen dirección a nuestros estómagos.

El resto de la tarde noche la pasamos sentados tranquilamente, admirando el paisaje de los pirineos al atardecer y aprovechando para despedirnos de nuestros compañeros de viaje del noreste. La verdad es que el ambiente con ellos ha sido genial y los dos días que hemos compartido ruta hemos congeniado muy bien, tanto deportiva como personalmente. Ellos tenían mañana etapa doble, ya que tiraban dirección Vielha, mientras que nosotros íbamos a dormir ya en Les, más que nada porque haciendo la etapa completa, sería imposible tirar el mismo día para Madrid. Así que tienen que salir más pronto que nosotros y ya no coincidiríamos…o quien sabe, porque como decía Rafa, ¡lo de la orientación no se les daba demasiado allá!

2 comentarios:

  1. Oleeee!!! qué recuerdos tan maravillosos, me tienes enganchado amigo. Voy a seguir leyendo.

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  2. Me alegro de que te guste! Así tienes algo divertido con que pasar el tiempo! Un saludo y gracias por pasar!

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Hola,
En cuanto podamos leemos tu mensaje y lo publicamos en el blog
Saludos,