sábado, 18 de septiembre de 2010

Pedales de León, las etapas finales: alrededores de Morgoviejo y retorno a Cistierna

La cuarta etapa, aunque algo más suave que las dos anteriores, seguía manteniendo un nivel de exigencia importante. Sus más de 50 Km. y sus aproximadamente 1500 de desnivel, hacían, que dado el desgaste que llevábamos encima, la mirásemos con mucho respeto. Aunque sin un punto negro claro como otras etapas, parecía más bien necesario el realizar un esfuerzo continuo a lo largo de toda la ruta y ascensiones.

Comenzamos un poquito más pronto de lo normal, sobre las 9:30. Hace un frío de cuidado, el termómetro marca 6º y hasta que no entramos en calor con las primeras rampas, estamos casi tiritando. La subida hasta el collado Varazón sigue el corte de todas las de la zona: corta, dura y empinada. Lo peor de todo, el enjambre de moscas que llevamos todo el camino, esto parece la India, por dios!!!. Son muy pesadas y desde luego, consiguen que la concentración para superar rampas tan duras sea complicada de mantener.

Pasamos esta primera dificultad mejor de lo previsto, sin tener que echar casi pie a tierra y acabando con bastante fuerza pese al cansancio acumulado. Vemos como el paisaje y vegetación cambian mucho con respecto a la de los dos días anteriores, ya no es tan alpino, sino que se da más el aire de media montaña, con bosques de hoja caduca, más zonas de prados, ganadería etc.


Tras un tramo de rompepiernas después de coronar, bajamos a Valverde de la sierra, tomamos un GR, uno de los pocos tramos de llaneo de todo el viaje y nos disponemos a pasar la segunda dificultad montañosa del día, la subida hasta el las estribaciones del alto de la Eria Bueno, de nuevo pared, pero esta, subiendo en zetas tiene un tramo de 500 metros por terreno roto en el que no nos queda más remedio que empujar la bici. La subida no está mal, cerca de 300 metros de desnivel en 2,5 Km.

De aquí bajamos por caminos, ya de tipo más arcilloso no exentos de peligrosas roderas hasta Morgoviejo, donde nos buscamos un supermercado donde comprar algo de comer. Es relativamente pronto, las dos primeras subidas se han dado bien así que hacemos una pausa de comida más larga de lo habitual. Charlamos con unos cuantos paisanos, que nos indican que lo que queda de ruta (les enseñamos el mapa) es más sencillo. Tras mucho descanso, volvemos de nuevo al camino.

Nos dirigimos hacia la cañada Real, en un punto llamado “el pasaje”. Que la subida fuera más sencilla no quiere decir que fuera fácil en absoluto. Aquí no hay nada regalado y todas tienen su miga. Al principio vamos por un camino en buen estado, aunque con ciertos tramos pedregosos, que nos hace ganar altura a mucha velocidad. Hay algunos descansillos entre medias y en uno de ellos, cuando creemos que hemos terminado, nos damos cuenta que se gira a la izquierda y nos internamos subiendo en un espeso pinar. El camino casi desaparece entre pinos y matorrales. Esto, unido a que no se ve salida, es moralmente bastante duro. Pasamos este tramo, de cerca de un kilómetro que hacemos bastante despacio dada la dificultad y finalmente terminamos la subida. Habíamos superado la 3ª gran dificultad del día, otros 320 metros de desnivel en 3,5 Km., incluyendo un descansillo de medio kilómetro. Para que veáis a que se llama sencillo en la zona.


Como comentaba antes, en toda esta parte del recorrido el paisaje cambia bastante. Los pueblos son más pequeños y tienen un aspecto más pobre e inhóspito, dedicados fundamentalmente a la ganadería y con poco espacio para actividades más lucrativas relacionadas con el turismo, tal y como pasaba en la parte central del viaje. Vamos pasando pueblos rápidamente y muchos de ellos realmente son de un tamaño ínfimo

Ahora queda por delante una zona de rompepiernas y repechos. Claro, que hay que decir, que los repechos aquí son de plato pequeño y no bajan del 10%. A mi hermano se le hace duro el de la collada de Aviados mientras que a mi me duele especialmente el del Collado de Ferreras, punto en el que parece que mis piernas comienzan a decir “basta”, pagando el cansancio acumulado del día y de todo el viaje. Aún así, los acabamos superando todos, con la mala suerte que justo al coronar en Ferreras sufrimos un pinchazo. Tras repararlo, nos lanzamos en rápido descenso por pistas hasta la Mata de Monteagudo y el Santuario de la Virgen de la Velilla, lugar de una enorme paz, donde tenemos nuestro alojamiento y al que llegamos sobre las 17 h.


La dueña del establecimiento nos recibe con un acuarius y nos comenta que en ese descenso muchos participantes se habían pegado unos golpes importantes. Nosotros entre los problemas de mi bici y la sana intención de que el viaje había que acabarlo de una pieza, habíamos bajado con más precauciones de las habituales, por lo que pasamos este insospechado tramo peligroso sin mayor novedad.

De nuevo cena con pasta de primero y carne de segundo y descanso previo a la etapa del día siguiente. Por cierto, que si durante toda la etapa las moscas habían molestado mucho, en el CTR por la tarde ¡ya se hacen insoportables!

El miércoles nos ponemos de nuevo en marcha sobre las 10 de la mañana. La etapa, aunque corta, tenía un principio muy duro. De sus 650 de desnivel, te quitabas unos 350 en los primeros 5 Km.…y eso que había dos de bajada.

Desde que salimos del santuario de la virgen de la Velilla, nos internamos en un precioso robledal que tendremos ocasión de observar con más detalle cuando comprobemos que en un tramo, se superan cerca de 100 metros de desnivel en 500 metros…buena parte de ese tramo esta ya fuera de nuestras posibilidades físicas del momento, así que toca empujar un buen rato.


Coronamos y después de atravesar un prado, nos metemos en un precioso sendero que atraviesa el robledal en ligera subida, uno de los tramos más bellos del día. Finalmente, salimos del bosque y tenemos que rodear la falda del alto de Peñacorada para poder llegar a un collado que nos marcará el final de este gran esfuerzo del último día y prácticamente del viaje. Los últimos metros tienen algunas dificultades técnicas, ya que se hacen sobre rocas y nos hacen extremar las precauciones, sobre todo con lo tocados de fuerzas que íbamos ya. Las moscas no nos abandonan y cuando nos ponemos a bajar, mi rueda trasera sigue con los mismos ruidos que llevaba desde el final del segundo día pero parece que va a soportar hasta el final del viaje.


Tras esta última gran subida del viaje, lo que nos espera en los siguientes kilómetros es una zona de rompepiernas made in Pedales de León, es decir, de superar con plato pequeño y apretando los dientes. Hacemos así unos 10 Km., hasta llegar al tétrico y abandonado pueblo de Quintana de la Peña, donde mientras mi hermano se dedica a sacar fotos, yo voy recuperando fuerzas comiendo algo.

A partir de aquí, la cosa sigue fácil. Los caminos que seguimos son en franca bajada y en poco tiempo llegamos hasta Sorriba de Esla, donde de nuevo justo a 5km del final, al que le toca pinchar es a mi (llevaba casi un año sin pinchar). De aquí a Cistierna hay nada y hacemos este último tramo sin la menor dificultad, rodando por un claro camino entre el Esla y las vías de tren que pasan por Cistierna.


La verdad es que fue una sensación de satisfacción importante el llegar a esa última página del Roadbook en la que pone “Enhorabuena, hasta terminado la pedales de León”. Una sensación que nunca antes había tenido, de hacer un viaje completo, por parajes con la belleza y con la dureza como estos en los que habíamos transitado durante los últimos 5 días. Y a la vez la grata sensación de haber sido capaces de superar todas las dificultades y el nivel de exigencia que había durante la ruta, lo que hace valorar aún más lo que se ha conseguido.

Nos dirigimos al local de la pedales de León, donde nos recibe Eduardo con el que comentamos un buen rato los diferentes pormenores del viaje que hemos vivido. La verdad es que da gusto hablar con él, se le nota un apasionado de lo que hace y que realmente se divierte como un enano con su trabajo. En el fondo debo reconocer que sentí mi parte de envidia, eso si, muy sana. Recibimos los regalos de la ruta, el maillot por terminar, que desde luego luciremos con mucho orgullo y un lote de productos de la tierra de aspecto más que apetitoso.

Ya quedaba poco más que hacer por allí, simplemente recoger nuestro equipaje, ducharnos, comer y volver en coche a la vorágine de la civilización de Madrid, aunque eso si, con la cabeza limpia gracias al esfuerzo, a lo vivido y a lo visto en los últimos 5 días.

Como resumen, una ruta 100% recomendable, que además de ciclismo tiene sus partes de aventura con tramos en los que es importante la orientación y saber desenvolverse en la montaña. Físicamente muy exigente por las corta pero durísimas subidas que había que superar en todo el recorrido. A no ser que tengas un nivel de andar delante en el Open de tu comunidad autónoma o en las marchas, recomendaríamos hacerla en 4 o 5 días. Además esta opción es la que te permite disfrutar más de la belleza de la zona.

Los paisajes variados y espectaculares, especialmente la zona del valle del Sajambre se van a quedar en nuestra memoria durante mucho tiempo, creando claramente la necesidad de tener que renovar los recuerdos en algún momento volviendo a rendir visita. La gente genial, cada vez que decías que eras de la pedales, casi te recibían como un héroe, aunque era todo tan inhóspito que no es de extrañar. Y la organización de 10, todo perfecto, sobre ruedas y además a un precio muy aceptable.

2 comentarios:

  1. Buah, qué pasada de ruta, esos rampones, esos paisajes y la aventura de ir con un roadbook por lugares desconocidos. La parte del bosque donde os come la niebla, una pasada, digna de ser vivida.
    Muy buena aventura si señor.

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  2. Me alegro de que te guste, en parte me he acordado de ti cuando pones esas pedazo de rutas que te marcas por el norte!
    La verdad que la zona es una pasada y el recorrido es de lo que hace apretar los dientes, recomendable 100%
    A mi me ha encantado la experiencia, seguramente en breve haga alguna de las de pirineos en ese plan, en varios días, con transporte de equipajes, disfrutando de la bici!
    Saludos,

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