sábado, 18 de septiembre de 2010

Pedales de León: Introducción y primera etapa

Hola a todos,

En las próximas entradas voy a ir relatar una crónica ruta-viaje de varios días que he vivido en la segunda semana de septiembre. Se trata de la Pedales de León, ruta que en nuestro caso (mío y de mi hermano, clásico compañero de sufrimientos ciclistas en pareja) hemos realizado en 5 días.

Para introducir un poco el tema: La pedales de León es una ruta semi-organizada, perteneciente a la red pedales del mundo (con rutas como la Pedals de Foc, Pedals de Ocitania…). Se trata de seguir un roadbook, que es el que te marca la ruta durante varios días completando varios puntos de control. En el caso de la pedales de León, dan la opción de realizarla en 3, 4, 5 o 6 días, para realizar un recorrido de 220 Km. y 6600 metros de desnivel acumulado aproximado. Los alojamientos están apalabrados, con media pensión y ofrecen servicio de transporte de equipaje. En nuestro caso, la ruta partía de Cistierna, aunque en momentos de más afluencia de público, podía empezar en varios puntos diferentes, siempre que se hiciera el círculo.

Desde el principio el concepto de la pedales nos convenció mucho y además, en Septiembre acababa teniendo un precio muy interesante de 350 euros incluyendo alojamientos, forfait, materiales y la Media Pensión. Otro punto interesante en los primeros acercamientos, fue la seriedad que demostraron. Rápidamente nos enviaron presupuestos, respondieron a cualquier pregunta…vamos, que desde un primer momento hay que alabar la labor de Eduardo, la persona con la que hemos tenido de contacto para todo.

Sobre el papel teníamos 5 etapas divididas de la siguiente manera:
Primera. 32 Km. y 1100 metros de desnivel
Segunda: 60 Km. y 1850 metros de desnivel
Tercera: 54 Km. y 1700 de desnivel
Cuarta: 52 Km. y 1600 de desnivel
Quinta: 24km y 600 de desnivel


Sobre el papel, parecía algo relativamente sencillo. Somos ciclistas de los que se hacen 4000/ 5000 Km. al año, participamos frecuentemente en marchas de estas pseudo competitivas quedando no demasiado atrás y nos metemos nuestras buenas rutas de fin de semana con importantes desniveles. Además mi hermano tenía ya mucha experiencia en viajes de varios días con alforjas. Habría que tener en cuenta el cansancio acumulado pero de cualquier forma, no parecía nada que nos fuera a suponer un esfuerzo más allá de nuestras capacidades.



Llegamos el viernes 10 de septiembre a Cistierna por la noche. Allí, en el local de la pedales nos encontramos con Eduardo, que nos da todos los materiales y nos va explicando un poco las triquiñuelas del recorrido, puntos complicados, lugares a tener en cuenta etc. La atención, igual que antes de la llegada excelente y los consejos, como pudimos comprobar a lo largo de la ruta, mejores que buenos.


Después de descargar nuestro material, cenamos y nos ponemos a estudiar los perfiles y mapa de la etapa del día siguiente. Poco a poco tuerzo algo el morro: veo que esa corta primera etapa tiene sus “sorpresas”, ya que los perfiles de subida dan un poco de miedo. Cortos pero salvando un desnivel muy considerable en muy poca distancia. Lo que se suele denominar paredes y de estas había 3 que superar.


Al día siguiente nos ponemos en marcha sobre las 9:30, con bastante ropa de abrigo ya que hace fresco, el termómetro anda por los 7 grados. Durante los primeros kilómetros nos acompaña Eduardo, que nos sigue indicando cosas sobre la ruta, sus paisajes, el tener cuidado en la entrada al parque nacional de picos de Europa…después de unos minutos, nos despedimos y comienza nuestra aventura.


Los primeros kilómetros son muy relajados. Una suave subida en paralelo a un arroyo nos lleva en poco tiempo a Yugueros, donde aprovechamos para hacer unas cuantas fotos y quitarnos toda la ropa de abrigo que ya sobraba Todo hasta ese momento marcha sobre ruedas: el terreno es agradable, el road book perfecto, se sigue sin el menor problema pese a no haber utilizado ninguno nunca, el solo calienta, las fuerzas están intactas.


Pronto nos movemos dirección Sabero y empezamos a conocer la verdadera cara de la pedales de León, en este primer caso aún en formato reducido: unas subidas cortas pero con unas rampas que quitan el hipo. Ascendemos en dirección a Sabero para atravesar un collado pero por el camino nos encontramos con un par de Km. con las rampas rondando el 20% no es que sean pocas. Nos metemos en un kilómetro y medio 190 de desnivel positivo. Además con terreno pedregoso que nos obliga a esforzarnos totalmente para poder ser capaces de superar los desniveles, remando, agachando el lomo y a base de poner el culo en la punta del sillín


Este primer encuentro con el terreno, que luego veríamos que no cambiaría mucho (bueno ser haría más duro) a lo largo de toda la ruta, nos deja un poco trastocados. Una cosa es subir un puerto largo, de muchos kilómetros en el que puedes llevar un ritmo suave y otra cosa era tener que tirar del 22-34 cada vez que el camino se empinaba, porque lo hacía de una manera descomunal. Nos dimos cuenta que nos iba a tocar sufrir mucho y que regular las fuerzas iba a estar complicado. En estas rutas de días, siempre se recomienda ir con el corazón trabajando sobre el 70% de tu pulso máximo. Sin embargo, con rampones de ese tipo, si los pasas encima de la bici, le tienes latiendo como mínimo al 80%, un ejercicio anaeróbico que desde luego iba a suponer un desgaste enorme para nuestros cuerpos.


En la bajada a Sabero, justo cuando estaba fotografiando unas minas de la zona, mi pulsómetro comenzó a pitar como un loco…no quedo más remedio que resetearlo y lo malo es que parecía no funcionar. Vamos, que me pensaba que me quedaba sin pulsómetro para el resto del viaje. Por suerte, en Sabero mi hermano descubre que estaba pillando mal la pila y que por eso había dejado de funcionar. En el resto de la pedales no volvió a dar más problemas. También en Sabero hicimos un descubrimiento curioso, ya que el punto de control, un bar de la zona, resulta que era un lugar habitual de paso de unos familiares nuestros de allí y que desde luego los conocían ¡Menuda coincidencia! Vamos, que el mundo es un auténtico pañuelo.


De Sabero nos teníamos que dirigir a Valdoré, pasando por la collada de los Cariellos….de nuevo otra pared, en la que íbamos a superar 260 de desnivel en 3,5km incluyendo un “descansillo” de casi un kilómetro. Como veis la cosa estaba muy empinada.


Sufrimos lo nuestro para ser capaces de alcanzar el collado, aunque como recompensa tendremos otra de las características que nos acompañaran durante toda la ruta: unos paisajes impresionantes de los picos de Europa, con todas sus paredes de caliza blanca contrastando con el verde de los bosques y prados a sus faldas como regalo para nuestra vista. En este punto hacemos una parada de barrita y nos miramos como diciendo: “Vaya con las subiditas de la zona”. Sabíamos que aún quedaba una tercera y después de dos de experimentar dos de ellas, nos temíamos lo que nos podría deparar la siguiente.


Nos ponemos de nuevo en marcha y nos lanzamos en desbocado descenso hasta Valdoré. El descenso iba a ser también muy característico de lo que nos encontramos en el resto del viaje. Si las subidas son empinadas, los descensos lo son igual o más, por lo que hay que tirar de frenos como unos locos ya que el terreno, en buena parte piedra gorda suelta y en otra buena parte grava del tamaño de puños es cualquier cosa menos adherente.


En este pequeño pueblo donde nos hacemos algo de lío con el Roadbook (más bien por nuestra culpa). Desde allí nos dirigimos a Velilla de Valdoré por una estrecha carretera de montaña, que casi nos parece un llano pero que ahora a posteriori vemos que tenía un nada despreciable porcentaje del 5-6%. Poco duró nuestra alegría, ya que nada más llegar a Velilla de Valdoré, el pueblo nos recibe con unas deliciosas rampas-pared características de la zona que cuesta dios y ayuda superar.


Al poco salimos del pueblo y nos dirigimos a la collada de Aviaú. Aunque parecía difícil, las rampas se van haciendo cada vez más duras y los metros parecen no pasar. Vemos las indicaciones del road book y los cruces parece que no llegan nunca. Hay una parte en la que superamos cerca de 180 metros de desnivel en 1,4km que se hace interminable, sobre todo con el calor y las moscas que nos van rodeando. Ni que decir tiene que hubo un rato que toco empujar la bici, no teníamos fuerzas suficientes para superar tal pared y tampoco queríamos quemarnos tan pronto al comienzo de la ruta.



Finalmente alcanzamos el collado y le sigue de nuevo un rapidísimo descenso hasta Crémenes. En este caso, el terreno tiene mucho mejor agarre ya que es una pista en buen estado no demasiado reseca, así que podemos ir más rápido. En poco tiempo llegamos al pueblo, que alcanzamos sobre las 14:15, encontramos fácilmente el punto de control, que coincide con nuestro alojamiento y nos disponemos a comer. Lo de la comida y la cena es en plan animal. Durante todo el recorrido, íbamos a tener gastos de calorías cercanos a las 3000 en mi caso, solo de la bicicleta. Como os podéis imaginar me tragaba todo lo que se pusiera delante de mí. El resto del día lo pasamos descansando, viendo el pueblo, haciendo fotos etc.




Y también pensando lo que se nos viene encima. Esas paredes que teníamos desde luego cuestan dios y ayuda en superar y gastan muchas más fuerzas de las que teníamos previsto. Pero es lo que hay y sería una de las constantes del viaje, así que no queda más que meter plato pequeño, agachar el lomo y apretar los riñones para superar lo mejor que se pueda dichas rampas.