Me duelen las piernas, tengo un cansancio interior como si
las baterías de mi cuerpo estuvieran agotadas. Pero estoy satisfecho. Han
pasado ya 48 horas de la Sierra Norte, cuando me animo a escribir la
correspondiente crónica, y no puedo más que hacerlo con una sonrisa en mis
labios.
Para mi esta marcha es una de las fijas del calendario.
Organizada por el Club Madroño, herederos del Club Karacol, siempre es una
garantía de diversión y buena organización, además de excelente broche para
acabar la temporada. Este año cambiaba un poco el recorrido. Se despedían de El
Berrueco para comenzar la marcha en Venturada, concretamente la urbanización
Cotos de Monterrey. En cualquier caso, mucha de las zonas clásicas de las
últimas ediciones de la misma se mantendrían.
foto tomada de www.clubmadrono.es
Este año, tras el Soplao pasado por agua, he estado bastante
vago, cosa que se agravó en Julio mes marcado por viajes y celebraciones varias
en que no toqué la bici. En Agosto y Septiembre me costó coger el ritmo de
salidas y creo que no volví a alcanzar la forma que tenía en Mayo-Junio, si
bien en aquel entonces estaba muy muy fuerte. Aún así, en ambos meses me
salieron cerca de 600 km y al menos una vez a la semana intentaba hacer una
salida larga, de 60-70 kilómetros. Así que me encontraba bastante bien de
forma, aunque lógicamente podría ir mejor. El pasado domingo probé mi ruta
clásica que casi hace ¾ del recorrido de la marcha de colmenar y las
sensaciones fueron buenas, así que me animó un poco en la falta de motivación
ciclista que me aquejaba en las últimas semanas.
Los días anteriores los pasé con miedo por un catarro
latente que finalmente se quedo solo en proyecto, soltando piernas un par de
días cerca de mi casa y mirando la previsión del tiempo. Así que no tenía
excusa, el cuerpo estaba bien preparado, sin molestias de ningún tipo y podría
salir a darlo todo.
El sábado estuve por mi pueblo en Guadalajara, dando la
típica vuelta a ritmo suave, por terreno llano. Eso sí, montado en la mítica
Cannondale del año 96 de mi hermano. Toda una experiencia. De vuelta a casa,
aproveché para recoger el dorsal y así poder dormir un poco más ese día.
Durante la tarde-noche el ritual habitual de limpiar y engrasar la bici,
preparar todos los achiperres para el día siguiente etc. Pasta de cena, ampolla
de magnesio de postre y a la cama prontito, que tenía que despertarme a las
7:15.